La mítica Ruta 40, un símbolo en la Argentina
La Ruta Nacional N° 40 es, sin lugar a dudas, un símbolo de la República Argentina. Esta carretera que se extiende por más de 5.000 kilómetros y une pueblos desde el extremo sur del país en Santa Cruz hasta la frontera con Bolivia al norte, no sólo posee paisajes increíbles, mitos y leyendas rondan cada tramo de este incesante viaje que propone el camino más increíble de la Argentina.
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Si bien siempre ha sido reconocida a nivel mundial y se la puede comparar con otras rutas como la N°66 de los Estados Unidos, lo impactante de este trazado es que cada uno de los pueblos que toman lugar a su costado permanecen intactos, muchos de ellos desconocidos, ignotos, pero con historias de vidas asombrosas y culturas bastantes discrepantes, pero al fin y al cabo muy cautivantes.
El interminable recorrido de esta ruta, considerada escénica por la inmensa cantidad de diversos paisajes que presenta en su trayecto, cruza 236 puentes, linda con 13 grandes lagos y salares, posee acceso a 20 Reservas y Parques Nacionales, atraviesa 18 importantes ríos, conecta 27 pasos cordilleranos y, lo más impactante, alcanza altura que casi llegan hasta los 5.000 metros sobre el nivel del mar, donde muchos autos se ahogan por la falta de oxígeno en el aire, pero la belleza es tal que muchos conductores dejan la preocupación a un lado para vivir ese momento mágico.
Recorriendo el Sur Argentino en la Ruta 40
La Cordillera de los Andes se convierte en una constante, casi como un compañero más de viaje, ya que, partiendo desde el kilómetro cero, se puede divisar en los más de 5.000 kilómetros de viaje que propone la mítica ruta 40. El cruce a los Siete Lagos, al Nahuel Huapi, el Cerro Catedral, el Glaciar Perito Moreno y la Cueva de las Manos, son algunos de los puntos destacados del cruce en la Patagonia, un territorio que permanece despoblado casi en su totalidad, donde zonas desérticas, costeras y montañosas, junto al viento y el frío hacen del viaje una travesía que vale la pena realizar, por lo menos, una vez en la vida.
Mendoza, La Rioja y San Juan son las tres provincias por las que la ruta 40 realiza su paso en Cuyo, una región en la que los colores rojizos, los Parques Nacionales y el cruce con pueblos mineros es casi una postal. Ciertas zonas no pavimentadas hacen que el viaje continúe siendo duro para todos aquellos que lo realizan por primera vez. La Payunia y el Valle de la Luna si bien son las dos atracciones más conocidas, existen miles de pueblos muy pequeños que presentan una belleza tanto cultural como en sus paisajes que verdaderamente merecen ser visitados. Los embalses comienzan a aparecer con mayor frecuencia y el viento toma protagonismo, lo que permite practicar en dichos lagos artificiales deportes acuáticos como el windsurf.
El Noroeste Argentino es, considerado por muchos, la etapa final del viaje debido a que la gran mayoría de las personas que decide recorrer de punta a punta esta ruta emprende su viaje de sur a norte. El trayecto en esta región del país se vierte a la máxima expresión de naturaleza, compartir el camino sinuoso, hecho de ripio, con animales que cruzan el trazado es algo inigualable, se hace muy difícil encontrarse con un número importante de autos durante este recorrido, e incluso, familias con raíces bien arraigadas al norte se pasan todo el día esperando que algún auto pase para poder vender los productos regionales que elaboran.
En el camino hacia La Poma, más precisamente en la falda del Abra de Alcay la ruta 40 alcanza su techo con 4.895 metros de altura en una zona plagada de apachetas, que son altares hechos de piedras que se forman en agradecimiento a la tierra madre, llamada allí “Pachamama”.
Ruta 40 en Diarios de Motocicleta
Esta ruta que fue creada en 1935, atraviesa once provincias y se erige como la más larga y espectacular de la Argentina aparece en muchas escenas de la película “Diarios de Motocicleta”, la cual ilustra los viajes de Ernesto “Che” Guevara y posee una canción con su nombre, la cual escribió el grupo de rock nacional, La Renga.
La sensación de libertad que ofrece viajar por este trazado, que recorre el país desde Cabo Vírgenes hasta la Quiaca, es majestuosa. Poder llegar a entender que uno mismo se encuentra en el medio de la nada, sin preocupaciones de por medio, con miles de kilómetros por recorrer y cientos de paisajes por conocer son sentimientos que llenan al alma, poderla aprovechar al cien por ciento y sacarle el jugo a cada una de sus historias y culturas, el premio máximo.